LA CIUDAD NO ES UN ÁRBOL

La superposición de distintas épocas ha ido creando y modificando las ciudades atendiendo a las relaciones y a las necesidades de las personas.

Actualmente, al llevar a cabo un proyecto, se piensa más en el diseño que en la adaptación a la forma de vivir, tendiendo a ordenarlo todo de una  forma muy simple sin tener en cuenta los cambios, las relaciones y todo lo que se produce en la ciudad, que es mucho más complejo.

Por dicho motivo, clasificamos a las ciudades en dos grupos: por un lado están las ciudades históricas, muy bien conectadas, que se adaptan a la forma de vivir, y por otro lado, las modernas, entendidas como ramificaciones poco conectadas.

De este modo, debemos entender la ciudad como un bosque, una serie de árboles interconectados donde las conexiones y las relaciones sean fluidas y que favorezcan a la forma de vivir de las personas, y no como un árbol, que partiendo de un nexo de conexión principal, se van abriendo distintas ramificaciones que no se conectan entre sí y que dificultan la relación entre las personas, ya que no pueden interactuar unas con otras, sino sólo con ellas mismas.

Por esto, la ciudad contemporánea no puede ser un árbol. La ciudad es cosmopolita, y por lo tanto las relaciones no pueden limitarse dentro de ella, sino que tienen que fluir y estar bien conectadas con el resto.