Tras el éxito de grandes estrellas en la arquitectura hemos llegado a un punto en el que puede ser una “enfermedad” en la que se trata a estas estrellas como divos. Esto solo crea un problemas y es que se priman los edificios a la verdadera arquitectura, siendo asi los edificios la tumba de buena arquitectura.

No se pueden dar soluciones construyendo, de este modo solo se crea esa arquitectura falsa, producto de la especulación. En el que cada arquitecto solo busca el lucro propio y no el buen oficio, buscando solo ese ego de autorrealizacion.

Con esto podemos llegar al punto en el que los nuevos estudiantes de arquitectura piensen “si no voy a llegar a ser una estrella, para que estudiar esto”. Hemos de comprender que el buen arquitecto no ha de ser una estrella, sino aquel que de verdad se preocupe por el buen habitar de las personas para las que trabaja, que cuida al detalle cada espacio que crea para evitar esa materialidad en la que puede haber cosas innecesarias.

En definitiva la buena arquitectura es aquella que comparte, no la que se cierra a ser un hito con el fin de crear un referente hacia la persona que lo creó.