El autor se acerca al tema de la calle tratando de definirla. Es la alineación de los edificios la que determina la calle. La calle es también un sistema de localización y el autor cuestiona la pertinencia del sistema de numeración. Plantea la cuestión de la propiedad en la calle, de su uso, en particular en relación con los medios de transporte y de la relación entre los usos.

La calle se divide entre los diferentes medios de transporte, definiendo carreteras para los coches, y aceras para los peatones. En realidad, la situación es más compleja. Estos dos espacios son permeables porque la calle no es sólo un objeto longitudinal. Hay cruces y la calle también debe ser transversal. Hay otras funciones además de la circulación, como la de proponer espacios de espera, y otros usos, como el de un espacio de comercio.

Lo que me interpela en este texto es la complejidad de las herramientas de señalización, que deben adaptarse a lo humano y, en particular, a las situaciones de discapacidad. En mi opinión, la calle es un espacio lleno de señales, porque cada información debe ser traducida visualmente, de forma sonora o también material, con texturas de suelo, por ejemplo. A veces se vuelve incomprensible. Cada elemento está regulado y normalizado, a veces a ultranza, cuando existen ejemplos de espacios públicos en los que se deja más espacio a la responsabilidad de cada uno, sin que por ello estos espacios se conviertan en fuente de conflicto.