El cambio en nuestra ciudad, al igual que en el resto del mundo, era imprescindible para evitar una mayor posibilidad de propagación del virus. A lo largo de nuestra historia los mayores cambios en la arquitectura fueron consecuencia de enfermedades infecciosas.

Gracias a esta situación nos hemos dimos cuenta de lo importante que es el entorno en el que vivimos, como nos influye en nuestra vida y sobretodo como repercute en nuestra salud. Esta “nueva normalidad” nos permite disfrutar del ocio, de ir a trabajar, pasear… Pero se podía observar que a veces era difícil mantener las distancias sociales con las demás personas del lugar. Por ello las calles más transitadas como Gran Vía de Colón, Recogidas u otras situadas por el centro de la ciudad han sido reconfiguradas.

El primer cambio se encuentra en el diseño del acerado partido en dos franjas para los distintos sentidos y a su vez estas divididas a 1,5m para mantener la distancia de seguridad entre los peatones.

En el segundo cambio se ha reducido el tráfico rodado siendo accesible únicamente para carga y descarga, transporte público, para los residentes de esta zona o patines eléctricos, y además se ha eliminado un carril quedando solo los dos sentidos necesarios. Al eliminar ese carril ganamos espacio para realizar un carril bici en cada sentido, favoreciendo la actividad física a la hora de desplazarnos y acabar con el sedentarismo. En la Plaza de Isabel la Católica podemos encontrar el alquiler de estos dos transportes. Este cambio ayuda a potenciar la implantación de pequeños comercios enriqueciendo la economía de la zona.

Por último, se han colocado bancos entre las vías peatonales y las ciclables. Están hechos en bronce, ya que el virus dura menos tiempo en este material que en otros.