La conclusión que he sacado de este texto es que el neourbanismo es algo colectivo, algo por y para todos. El proyecto pasa a ser un instrumento de conocimiento, pues para intervenir en una ciudad, hay que conocerla, tanto en su evolución como en las consecuencias que una nueva intervención conllevará en ella.
Es necesario tener en cuenta las exigencias tanto de la sociedad, como de la propia ciudad, a la hora de emprender  cualquier acción urbanística, ya que la ciudad es un hogar colectivo.  Por tanto, es importante que esté pensada para las personas que la van a habitar, abasteciendo sus necesidades y ofreciendo nuevas posibilidades.  Esto y la diversidad darán lugar a una riqueza urbanística y sensorial, nuevos lugares que nos provocarán nuevas sensaciones y antiguos lugares que nos recordarán las experiencias que allí vivimos y cómo nos sentíamos en aquel momento, nostalgia, felicidad, tristeza…
Es fundamental la colaboración de varias personas con varios proyectos, pues la puesta en común de distintas ideas y la discusión sobre ellas, permitirá que seamos críticos tanto con nuestro proyecto como con el de los demás y  abrirá nuestra mente en busca de la mejor opción,  desechando lo innecesario, destacando lo más útil e innovador, combinando ideas.
En mi opinión, todos los puntos que cita el autor están relacionados y uno invita al otro. Un urbanismo reflexivo y de dispositivos dará lugar a un urbanismo participativo, precavido y flexible. Esto provocará que sea heterogéneo y,  a su vez, estilísticamente abierto multisensorial. Es decir, una ciudad pensada por distintas personas con diferentes ideas, las cuáles comparten, analizan y discuten, que se sirven de un proyecto para estudiar el lugar y mostrar sus pensamientos; será una ciudad diversa, con diferentes matices tanto en su estilo y belleza como en la sensación que nos pueden producir.