En este texto observamos dos tipos de ciudades diferentes: las ciudades que crecen de forma natural, es decir, las creadas espontáneamente, a pesar de los proyectos urbanos, y las artificiales, cuya creación está realizada por planificadores.

La ciudad natural estaría organizada como un semirretículo en el que los elementos se sobreponen, necesitándose unos de otros, obligando a que la ciudad sea una sola entidad, haciendo que esté más unida y cohesionada, siendo así al final el ciudadano el centro de la ciudad, su creador,  mientras que la artificial lo haría como un árbol en la que el troco son los grandes ejes, que comunican las distintas partes de la ciudad, y las ramas son las comunicaciones internas, a la vez la parte de la ciudad que se comunica con el exterior.

Con esto está muy claro que la ciudad no es precisamente un árbol, pero si nos fijamos en el pasado, muchos arquitectos la concibieron como tal. Seguramente porque es más fácil de imaginar y porque concede el poder al arquitecto, mientras que en realidad ese poder reside mas bien en el ciudadano.

Imagen: http://blog.flyersconcierge.com/singapur-un-fascinante-parque-botanico-capaz-de-recrear-climas/