The human scale

Creada el 17 de Enero de 2016 a las 12:14 por HipodamodeMileto

Proyecto: Urban Games 2015
Tema: Diálogos
Coordinadores: abarca dacama

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Mediante un recorrido por diversos lugares del mundo: China, N. York, Copenhague, Melbourne, Siena, Dacca (Bangladesh) y Christchurch (N. Zelanda), el documental nos muestra la progresiva deshumanización de las ciudades y los esfuerzos de algunos colectivos de luchar contra ella.

 

Este proceso de deshumanización comenzó en los años sesenta, cuando las ciudades comenzaron a adaptarse a los coches. El modelo de vida occidental impone que todo el mundo tenga uno, y se mueva con libertad utilizándolo. Esto obliga a repensar la ciudad, que pasa a ser un espacio pensado para ser recorrido a 5 km/h a otro en el que la gente se va a mover a 60 km/h. Las distancias se multiplican, los diferentes ámbitos, trabajo, ocio, descanso, quedan separados.

 

El resto del mundo está siguiendo el mismo camino aun a costa de destruir la idiosincrasia de sus propias ciudades. Esto se aprecia muy claramente en China, donde están despareciendo los típicos barrios de calles estrechas y casas bajas, llamadas hutong, y con ellas la cercanía de los comercios y la vida en los espacios públicos. Esta masificación conlleva además que la gente deje de interactuar. Los trabajadores regresan tarde a casa, cansados, y no hacen vida social. Se transforman en robots. Tuercas, como yo digo. Carne de cañón para las empresas.

 

También hay que decir, y queda claro en el video, que las ciudades han sacado de la pobreza a millones de chinos que han emigrado a ellas desde el medio rural. Pero su cultura está pagando un alto precio a cambio. Digamos que están ganando riqueza material a cambio de perder cultura. Algo similar ocurre en Dacca, donde la prohibición de circular a los carros para dejar espacio a los coches provocó la pérdida de cientos de miles de empleos, por no hablar de la transformación del paisaje urbano, pues los coches invadieron por completo las calles. Otro efecto de este cambio es que la gran cantidad de construcciones ha cambiado las características del suelo, volviéndolo más sensible a los terremotos. 

 

Como quijotes del urbanismo y la sociología, algunos técnicos y colectivos de técnicos han estado estudiando el fenómeno y luchando contra él. Y resulta que cuando se han aplicado las medidas que han propuesto, la gente ha reaccionado bien. El experimento de las sillas plegables en N. York resulta paradigmático. De repente, introduces en ese escenario tan dinámico y estresante un pequeño oasis, un elemento propio de otras culturas como la europea y la árabe, pero ajeno a la norteamericana, y la gente lo acepta y disfruta de forma natural. La anécdota de la guerra de bolas de nieve espontánea en Times Square es otro ejemplo claro.

 

Nos encontramos entonces con que sabemos lo que quiere los habitantes de las ciudades pero hay que pelear para que sean conscientes de ello. Y esto no es nada fácil. Muchos se niegan a priori a aceptar cambios sin saber exactamente por qué, y otros muchos sabiéndolo de sobra, y me refiero a los que tienen intereses económicos.

 

La existencia de estos intereses económicos quedó muy a la vista durante el proceso de estudio de la reconstrucción de Christchurch después del terremoto que dejó inservibles miles de edificios. La gente expresó lo que quería: una ciudad habitable, de edificios bajos, en la que hubiera espacios para el intercambio. Por el contrario, los promotores querían edificios altos para maximizar beneficios. Al final, el pulso fue ganado por los habitantes.

 

He de decir que esta consulta popular llegó a buen puerto, y considero buen puerto el construir una ciudad habitable, obviamente, porque la sociedad neozelandesa es muy próspera. En España habrían ganado los intereses económicos, por aquello de divide y vencerás, porque con la tasa de paro que tenemos y el bajo nivel de los salarios, les habría bastado con prometer empleo y subvenciones para que muchos pasaran por el aro de reconstruir una ciudad inhumana.

 

Como comentario final, tengo que decir que me ha impresionado el documental. Me ha hecho ver a los colectivos que defienden la humanización de las ciudades como luchadores a favor del ser humano. Desconocía que una batalla semejante estuviera planteada. Dice Jan Gelh al final del documental: no cuesta nada ser amables con la gente. No cuesta nada, es verdad, pero cuesta un mundo que al final esa amabilidad quede plasmada en las ciudades.

 

Fotografía: imagen del centro de Dacca. Fuente:https://es.globalvoices.org

Comentarios

ramaeszu 17 de Enero de 2016 a las 13:02

Genial la reflexión. Los habitantes saben lo que quieren, pero siempre está el obstáculo de los intereses económicos....Humanizar como gran objetivo.


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