Salimos a dar una vuelta por la ciudad, por cualquiera. Y todas, absolutamente todas las personas, si les preguntamos sobre que han sentido, te darán una respuesta.

La ciudad nos habla, nos pide algo a gritos o nos cuenta con voz suave un cuento. Y es así como  genera sensaciones y sentimientos, diferentes y similares en quienes las recorren, en quienes las habitan, en quienes las viven.

¿Cómo? Al parecer es una de esas cosas que la gente siente pero desconoce por que y muchas veces es como un sencillo truco de magia que en ocasiones consiste en la materialidad que pasa desapercibida pero está ahí. Esa arquitectura corpórea y material está ahi, invisible para el ojo humano que sin inquietud de buscar una explicación, solo se deja llevar y disfrutar o aterrarse.

La gente lo desconoce pero los materiales que usa un arquitecto en su obra, no siemrpe son tangible. Y es así como un arquitecto usa la luz o los espacios para dar materialidad a un proyecto. 

¿Y que consigue con esto? Hacer participe al ser humano de ello. Hacerle que de una forma indirecta, se de cuenta de que sucede y que el interactua con el lugar, con la ciudad. 

Ahí entran las ciudades actuales, que cuya diversidad cultural juega un punto a favor de las sensaciones, del interés que despiertan y de ser más abiertas al cambio. 

Deberiamos conseguir ver o sentir en más ocasiones las pieles de las ciudades, haciendo participe al habitante de ello y por tanto a la misma ciudad de sí misma.