Es difícil encontrar a un arquitecto como Steven Holl hoy en día, con los ideales marcados y tan fuertemente arraigados que la corriente de la arquitectura existencialista no se lo lleve por delante. Él, sin embargo, hace de eso algo de lo que no quiere vivir para ser creativo siempre, para tener aunque sea en un dormitorio o un garaje, una oportunidad de idear y de sorprender.

Es necesario entender paralelamente su mente abierta como un conjunto de personas liberales que trabajan como uno al unísono, sin que eso suponga una opinión unánime, sino todo lo contrario. Sus trabajos se basan en la diversidad de puntos de vista y de opiniones. No hay comentario malo que nos lleve a soluciones erróneas, porque esas conversaciones que se producen fruto de lo interdisciplinar enriqecen al proyecto y todos los participantes.

Dicho esto, hay que ser consciente de lo arriesgado de su propuesta, al ir a contracorriente de una supremacía de la arquitectura uniforme, y siendo cada reunión y cada proyecto una oportunidad de experimentación en todos los ámbitos que sean posibles. No son cubos blancos separados de su entorno con una burda justificación de abstracción casi divina, sino razones de peso que impulsan a las formas por muy arriesgadas que sean, aunque eso cueste convencer a los que nos juzgan o saltarse las normas de lo preestablecido.

Son este estudio y todas las personas que trabajan razones de peso para amar la arquitectura y tener esperanza en ella.

Fotografía por Andy Ryan del The Nelson-Atkins Museum of Art