Los arquitectos pueden influir sobre el urbanismo de distintas formas: a un nivel más general, como puede ser el diseño de toda una ciudad; o detenernos en espacios más reducidos como puede ser una calle, un parque, habitualmente espacios públicos.

A lo largo de la historia se han visto algunos casos de reorganización de ciudades. Un ejemplo de ello en España es el Plan Cerdá en Barcelona, donde vemos una planta urbana regular organizado por una retícula ortogonal, a su vez constituida por manzanas cuadradas de 113,3 metros y con una altura máxima de 16 metros. En este plan no solo se organizarán las zonas residenciales, sino también los distintos ejes que comunican ciudad, calles, carreteras, zonas verdes, etcétera.

Por lo tanto cuando a un arquitecto se le propone el diseño de un plano urbanístico, lo primero que ha de tener en cuenta es el objetivo que quiere aplicar. A modo de ejemplo, si decide usar una retícula regular o irregular, organizar el espacio mediante ejes o no, saber dónde localizar las zonas verdes al igual que los edificios monumentales o si se divide la ciudad por zonas como la zona residencial, la zona de ocio, la zona de trabajo y muchos procedimientos más. Una vez decidido todo lo anterior hay que tener en cuenta la disposición de todos estos elementos resolviendo cuestiones funcionales, sociales y económicas. Asimismo, el arquitecto se encargará de diseñar las instalaciones existentes en una ciudad tanto de saneamiento como las instalaciones lumínicas, teniendo en cuenta las cuestiones  anteriores.

Por último el arquitecto no solo diseñará objetos, lugares o espacios sino que también será capaz de originar flujos de personas, enlaces y establecer relaciones a nivel social.

Foto de portada: vista aérea Eixample de Josep Gaspar