"inventar no es sólo legítimo, sino necesario en una profesión como la nuestra". En esta frase Rosa Barba pone de manifiesto su filosofía con nuestro oficio. Partiendo de aquí hace un análisis de la tipología del eje en nuestras ciudades. Está claro que el eje siempre ha representado la linealidad y la conexión entre dos puntos, en muchos casos hitos urbanos, de hecho, ella llega a llamarlos troncos y remarca su carácter rígido y potente. Esto puede ser algo realmente bueno, o todo lo contrario. Desde mi punto de vista, habría que mencionar que el eje, aunque en su esencia sigue siendo el mismo, e incluso en su forma y materialidad, ha sufrido un proceso de cambio con respecto a su uso. En el Renacimiento, los primeros ejes surgen en grandes ciudades con afluencia de visitantes y peregrinos para conectar hitos y guiarlos por la ciudad. Ha sido algo muy útil y que ha terminado por crear todas las ciudades en las que hoy vivimos. El eje, con mayor o menor acierto, es una de las herramientas más potentes del urbanista. Ahora bien, en la actualidad, los ejes empiezan más a utilizarse como una línea recta, como el camino más corto para ir de un punto a otro en nuestra ciudad de la velocidad, dominados por vehículos motorizados. Este hecho hace que el eje hoy en día, desde mi punto de vista, se convierta casi en un túnel en el que todo sucede, al que todo quiere volcarse porque es el lugar de tránsito por excelencia, quizá olvidando la sorpresa agradable que puede producir un recorrido más pausado, con quiebros en los que de pronto descubres una pequeña plaza o un jardín. Creo que el reto para el urbanista del siglo XXI es maclar la potencia del eje con sinuosidad del resto de la trama urbana.