Unos de los textos más fáciles de leer y que sin embargo me ha hecho estar aún más seguro de algo de lo que siempre he estado convencido: La utopía y la distopía van ligadas.

Tomas Moro nos presenta unas ideas en principio utópicas, una ciudad y unos ciudanos totalmente organizados que viven en completa armonía y que no conocen la palabra "problema". Unos paisajes aprovechados totalmente y a los cuales se les ha sacado todo el beneficio para hacer de la ciudad la máquina perfecta. Pero conforme se lee el texto se ve que hay grandes fallos en esa supuesta "utopía" que la tachan de tal. En primer lugar las personas no somos también máquinas, cada una con sus inquietudes y sentimientos son las que hacen que la ciudad crezca de una forma u otra y son las que la dotan de una identidad. Por otra parte está claro que nadie querría vivir en un mundo en el que "quien conoce una ciudad, las conoce todas". Tengo completamente claro que la labor del urbanista está en aspirar a la idea de una ciudad utópica, pero la utopía esta lejos de la uniformidad y en mi opinión está muy arraigada a la variedad y a la individualidad, por eso es imposible.