Rem Koolhaas presenta en su texto una visión dramática sobre la degradación del urbanismo y de la profesión del urbanista debido a diferentes factores.

            Por un lado, el imparable creciente demográfico obliga al urbanista moderno a trazar nuevas ciudades como única solución. Esta “demografía apocalíptica”, tal y como él la denomina, hace que el urbanismo se desvirtúe, despreciando el proceso natural que de siempre ha sido responsable del surgimiento de ciudades: la historia, el tiempo y la cultura. Al respecto, Koolhaas hace una autocrítica bastante pesimista de la profesión, mencionando “el fracaso de hoy y la imposibilidad de mañana”, y culpa en gran parte a la relación que los urbanistas guardan con el poder y la política.

            Por otro lado, el autor también culpa de esta decadencia al “parasitismo” de la arquitectura, que consume hasta el agotamiento el potencial que otorga el urbanismo.

            Sin embargo, concluye su artículo con cierta esperanza. La ciudad como ente vivo y formado por un tejido sociocultural continuará mutando con independencia de lo que Koolhaas denomina “lluvia ácida procedente de la modernización” y así el urbanismo se irá reinventando, ocupando el lugar que la arquitectura le ha arrebatado, aceptando la realidad y re-imaginándola.