[El texto trata de la pérdida del urbanismo y la muerte del urbanista como tal, en un mundo contemporáneo donde todo el territorio parece ''urbanizarse'' sin control, sin unas pautas, perdiendo el sentido de la ciudad como conjunto de arquitectura. Es el urbanista quien debería guiar este proceso y sin embargo, su pérdida de actitud para actuar y sus ideas demasido útopicas hacen que este proceso de crecimiento se les venga encima, acabando por rechazar la ciudad actual].

La labor del arquitecto tiene una fuerte componente social, se debe entender la obra como el conjunto de ésta y su entorno, es decir, que una no tenga sentido sin la otra. Al hacer arquitectura, respetamos lo preexistente y nos ajustamos a ello, moldeando nuestra idea en función de lo que hay alrededor.

Si el arquitecto se deja llevar por su egocentrismo, si construimos para nuestro ombligo y no para los demás, al final conseguimos un conjunto de obras que no se relacionan, que se pisan unas sobre otras, sin darnos cuenta que todo ello compone y compondrá la ciudad.

Con nuestra arquitectura construimos porciones de ciudad, por tanto nuestra labor es también la de urbanizar, entendiendo esto como la configuración de una serie de arquitecturas que se integran. Al igual que un edificio complejo tiene numerosas partes que pueden parecer dispares pero que realmente forman un ''todo'', la ciudad, a mayor escala, debe ser una obra de arquitectura con diferentes partes interconectadas, y que no tienen sentido individualmente.

Los urbanistas son los ''arquitectos de la ciudad''.