En primer lugar debo pensar en qué puedo aportar yo a la ciudad como persona. Y es que la ciudad se compone de personas que interactuan entre ellas, y es del bienestar de estas personas desde donde se debe desarrollar la ciudad. Como persona se debe fomentar la relación cívica y crear un hogar para compartir. Las personas, con su actitud y su forma de relacionarse, crean la ciudad, o al menos, crean las necesidades de la ciudad.

El arquitecto-urbanista-todo lo que quieras añadir, debe entrar en este punto, para estudiar desde todas las perspectivas y comprender la ciudad. Yo, como arquitecto, debo aportar tanto el contacto con las personas de la ciudad como el estudio completo de la misma; no solo a diferentes escalas de aproximación, sino también desde el punto de vista de todas las disciplinas posibles. Mi mejora de la ciudad no consiste en crear zonas verdes y carriles bicis, sino en crear una ciudad desde la comprensión. Para esto debo entender perfectamente el modo de vida del ciudadano: sus necesidades, sus deseos y, como si se tratase de un brebaje mágico, hacer una mezcla explosiva que permita cubrir todas estas y las que puedan añadirse por el camino.

La aportación actual a la ciudad debe ser sensata y coherente, debe ser posible y estar acorde al momento y al lugar. En mi opinión, ha pasado la hora de hacer urbanismo de manual, de formas bonitas en planos y de espacios sin cabeza. Ha llegado el momento del urbanismo cercano. Un urbanismo que se hacerque y que surja desde la ciudadanía y que cobre sentido por y para ella. En definitiva, yo (arquitecto-urbanista-todo lo que quieras añadir) debo aportar a la ciudad la perspectiva, la visión de conjunto y la cercanía al lugar. Hay que poner los pies en la tierra, en la ciudad.