La cuestión que plantea es el enfrentamiento entre la función y el usuario de la calle. El desarrollo y crecimiento de las ciudades crea la necesidad de un desplazamiento.

Durante la revolución industrial se comienzan a desarrollar transportes urbanos como tranvías y automóviles. Paralelo a este desarrollo nacen conflictos entre peatones y vehículos. Se crea una teoría urbana, denominada zoning, que defiende la ciudad divida en usos.

En la actualidad observamos cómo esta práctica es a la larga perjudicial, ya que fomenta una excesiva dependencia al transporte. A partir de aquí se abre una línea de debate que propone como solución las compras por internet. En un primer punto de vista se observan los beneficios de esta práctica, como pueden ser la comodidad del no desplazamiento y tener muchas más opciones posibles, independientemente de tu ubicación.

Tras un primer análisis salen a la luz las consecuencias negativas, como el gasto de transporte que supone a largo plazo y la competencia que genera entre pequeñas y grandes empresas, fomentando el consumismo al haber infinidad de ofertas.

Se propuso el ejemplo del mercado chino: lo ineficiente que resulta a nivel ecológico la importación de productos a gran escala, con un coste final ligeramente menor. Se abre otra línea de debate sobre cómo pueden competir las pequeñas empresas con estas grandes superficies. Se proponen soluciones como la exclusividad de productos con respecto a otros de menor calidad producidos en masa.

Extrapolando esto a la arquitectura, debemos favorecer la ciudad heterogénea, con diversidad de comercios distribuidos equitativamente, respecto a la homogeneización que suponen los centros comerciales.

Como conclusión aplicada a la arquitectura, ocurre algo similar en la competencia entre el arquitecto individual y los grandes estudios y constructoras, de forma que debemos potenciar la exclusividad de nuestro trabajo frente a construcciones desarraigadas y edificios tipo.