En general todos tenemos claro que una ciudad necesita arquitectos para crecer, por lo que de primeras ha sido un poco difícil situarse en el bando del no. Aunque al principio ha parecido que el no parte con desventaja, sus argumentos también son igualmente válidos, siendo el más destacado el que hace referencia a la arquitectura popular, la cual ha ido evolucionando con el paso de la historia gracias los propios habitantes, que según han ido dando solución a sus necesidades han creado su propia arquitectura. 

Por otra parte, estas necesidades, en la mayor de los casos son individuales, siendo difícil establecer un acuerdo para las zonas comunes y vías públicas, resultando una ciudad un tanto caótica. Es el caso de los cascos antiguos de las ciudades, que conservan el romanticismo de la historia. Sin embargo, en nuestro debate hablamos de la ciudad moderna y de las nuevas formas de crecimiento, en el que el interés cultural se debe conseguir a través de la arquitectura, la cual no solo engloba a los edificios, si no también las calles y los espacios públicos. Por lo tanto el no acaba cendiéndole espacio al sí. 

Finalmente haa ganado el sí, como suponíamos desde el principio, a pesar de la buena defensa del no. Quizás con un poco de preparación previa el resultado hubiese cambiado. 

Fotografía: Poblados de la colonización (1954-1963). José Luis Fernández del Amo