De este texto, que se trata de una entrevista a Manuel Solá, surgen varias cuestiones:

La primera es una posible existencia de los "antipremios" de la arquitectura dónde, cada año, se elegiría un edificio que derribar. En mi opinión, el entorno en el que vivimos nos afecta y, en mayor o menor medida deberíamos favorecer su mejora. Creo que sería posible su existencia llegando a un consenso y planteando argumentos de por qué ese edificio debe destruirse y no aporta nada a la ciudad. Por qué deberíamos vivir con algo que consideremos que está mejor de otra forma. Hay que invitar a que las cosas en la ciudad mejoren.

Otro aspecto bastante interesante es qué debería tener una ciudad para ser emocionante. Surgen entonces varios aspectos como la imprevisibilidad, facilitando que hayas distintas formas de usar el espacio, la diversidad en las calles, la gente..., ya que el reflejo de una ciudad también está en su gente. Por lo tanto, qué sería necesario para incentivar la vida en las ciudades. Una buena forma sería generando espacios de encuentro y sacando lo provado a lo público, como por ejemplo, el césped que han plantado hace poco en la Plaza Mayor de Madrid.