El autor pone de manifiesto la resistencia de la sociedad a la innovación arquitectónica.

Muchas veces el rechazo a las nuevas arquitecturas, en favor de los edificios antiguos, es fruto, en mi opinión de la idealización de nuestros recuerdos, tendemos siempre a pensar que la vida y todo en general era mejor antes.

En el texto se habla de las ciudades naturales y las artificiales. Las artificiales son aquellas que compara con un árbol. Defiende que una ciudad no árbol es aquella en la que se producen situaciones que relacionan espacios, con personas, o cualquier otra cosa, haciendo que éstos interactúen y se establezcan diálogos entre ellos.

Sin embargo una ciudad árbol no genera conexiones sino que se producen situaciones aisladas, no hay una complejidad estructural en la conformación de redes. La ciudad se ordena mediante escalas de menor a mayor, viviendas, grupos de viviendas, residenciales, manzanas, etc… Estamos diseñados de forma que nuestra mente jerarquiza los conceptos para poder entenderlos en su conjunto, tenemos una intolerancia natural a lo ambiguo, todo tiene que tener un por qué.

 Para el autor esta es la forma en la que hoy en día conformamos nuestras ciudades, error que el autor destaca alarmante.