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Vivimos en el 2289. En una sociedad donde la vida en el aire es cada vez más frecuente, aviones en la vida diaria de las personas, grandes rascacielos que se elevan hasta 300 pisos. Río de Janeiro ve su población duplicada en un tiempo mínimo. ¿Cómo enfrentarnos a tal problema sin obtener una ciudad de escala desmesurada pensada más para los dioses más que para los humanos? Rio de Janeiro eleva sus edificios existentes y traslada una copia de estos a una cota superior. Si la población se duplica, la ciudad se duplica. Así pues el problema de la densidad queda resuelto sin necesidad de crear toda una nueva ciudad que olvide la preexistente, si no valorándola y manteniendo su identidad. Creciendo verticalmente para no seguir invadiendo territorio, aumentando distancias y haciéndola menos humana. Pero Río es una ciudad del futuro que busca ir más allá y no limitarse a resolver el problema de densidad a nivel de edificios. Los espacios para la vida en común también deben de ser aumentados con una mejora de sus características. Con la elevación de los inmuebles se busca que el tránsito y la vida comunitaria sucedan a nivel de la tierra, vinculándonos al territorio, la topografía y lo que fueran las raíces de la ciudad que ahora nos sirve de techo y da cobijo. Los espacios generados bajos los edificios serán en su mayoría para el transporte por ofrecer peor calidad de soleamiento y las avenidas y calles quedarán libres para las personas. Nueva vegetación oxigenará la ciudad y hará más acogedoras aquellas avenidas que con la retirada del tráfico queden desangeladas. Para minimizar la distancia creada con la llegada de la ciudad vertical entre los espacios comunes y las personas se creará un nivel intermedio en las cubiertas de los edificio existentes elevados. En ellas aparecerán espacios comunes, nuevos usos, vegetación que favorezca la sostenibilidad… Todo ello conectado por núcleos verticales de comunicación y pasarelas.

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